Al macroproyecto El habla de Monterrey le antecede toda la tradición de los estudios de lenguaje, principalmente los que sustituyeron a la filología que, desde sus inicios en la Alejandría del siglo III, se ha ocupado de definir la gramática de la lengua escrita y, en su doble vertiente de estudios de la Lengua y la Literatura, conservó por mucho tiempo el interés en los textos antiguos. Por lo tanto, en su seno se desarrollaron los métodos
histórico-comparativos que establecen contrastes diacrónicos entre lenguas distintas (Rodríguez Alfano, 2019). Los primeros estudios del lenguaje oral se hicieron posibles después de la invención del fonógrafo, cuando se tuvo acceso a los matices de la pronunciación, ya que el uso de los
nuevos aparatos de sonido cambiaría los métodos al evidenciar ante los filólogos que los sonidos del lenguaje representaban unidades físicas que podían medirse y analizarse”. Posteriormente “se despertó el interés por aplicar los métodos comparativos, ya no al contraste entre lenguas distintas, sino entre los “dialectos”, entendidos como variaciones de una misma lengua; y a finales del siglo XIX, la dialectología, siguiendo métodos de la
geografía lingüística, consistentes en la “recolección de materiales fonéticos, léxicos, morfosintácticos, etimológicos, por medio de encuestas (,,,) y su cartografiado en mapas” (Rodríguez Alfano, 2019) cimentó el estudio de la variación interna de las lenguas europeas, y se elaboraron mapas lingüísticos de cada país, incluso en el Atlas Lingüístico de México. La precisión conceptual en los estudios de la variación lingüística avanzó en forma
importante:
(a) cuando Eugene Coseriu (1962), en la publicación de su artículo ‘Sistema-norma-habla’ declaró la imposibilidad de que todos los cambios en la lengua siguieran un patrón regular, y los ubicó en el eje de las variaciones:
• diacrónica (relacionadas con el tiempo), diatópica (variación regional), y
• diafásica (que depende del grado de formalidad en la situación comunicativa concreta).
(b) al articularse los planteamientos europeos con la sociolingüística iniciada en los Estados Unidos de América por William Labov (1983; 1984), se abrió la posibilidad de ampliar la perspectiva con sus innovaciones en la conformación del universo de estudio. porque los estudios sociolingüísticos habían dejado claro que, al lado de los dialectos regionales y de los continuos dialectales geográficos, había dialectos sociales, o sociolectos, y continuos dialectales sociales; prueba de la existencia de estos nuevos contínuums es que los dialectos sociales no se presentan como entidades discretas sino
gradualmente variables, ya que todos los grupos emplean las dos variantes, aunque en proporciones diferentes’.
En consideración de estos antecedentes, se planearon los corpus (muestras del lenguaje oral) conformados por entrevistas de una hora promedio de duración, donde se entabla una conversación semidirigida con dos interlocutores: los entrevistados, a quienes siguiendo la tradición de la dialectología se designan Informantes (I), con personas de todos los niveles y en edades desde 18 hasta 80 años de edad, y el Entrevistador (E), en su mayoría estudiantes o egresados de instituciones universitarias.
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